Hay lugares donde el ciclismo se convierte en una ceremonia. Donde el asfalto habla, donde el aire no solo sopla: corta. Donde el paisaje se transforma en juez, verdugo y testigo. Lugares como Flandes, claro. Pero también, sorprendentemente y cada vez con más fuerza, como Toledo. Llega el II GP Ciclista Flandriens.
Este 13 de septiembre, la ciudad imperial volverá a convertirse en un templo de la épica ciclista con la segunda edición del Gran Premio Ciclista a Toledo Flandriens – Trofeo Diputación Sub-25, una carrera que no pretende imitar a nadie, pero que transpira el aroma de las clásicas del norte en cada kilómetro. Adoquines, muros de hormigón, giros de 90 grados, viento y ese tipo de tensión invisible que separa a los valientes de los que solo pedalean fuerte.
El espíritu Flandrien en tierra de molinos
Detrás de esta prueba no hay una gran empresa ni un consorcio mediático. Hay un club. Un sueño. Unos locos, en el mejor sentido posible, llamados Flandriens Cycling Club, que decidieron que Castilla-La Mancha podía ser también tierra de clásicas. Lo que comenzó como una idea casi romántica, hoy se ha convertido en una de las citas más esperadas del calendario Sub-25.
Gerardo de la Cruz, presidente del club y director de la prueba, lo resume con claridad:
“No queremos una carrera para escaladores. Queremos tensión, viento, giros, rodadores, clasicómanos. Gente con alma de Flandrien.”
Y vaya si lo han conseguido.

Un recorrido diseñado para el sufrimiento y la gloria
La prueba arrancará desde la emblemática Plaza de Zocodover, corazón de Toledo, con una salida neutralizada que serpentea entre historia y piedra, cruzando la Puerta Bisagra y el Puente de San Martín, como si los corredores fueran caballeros lanzados a una cruzada.
II GP Ciclista Flandriens, con un trazado que suma 150 kilómetros a través de más de 20 municipios toledanos, sin puertos de montaña, pero con +1.300 metros de desnivel positivo acumulado. La altimetría es solo una excusa: lo que de verdad rompe aquí son los más de 50 kilómetros de sectores especiales, una decena en total, que salpican el recorrido con nombres que son ya parte de la mitología local:
- Zocodoberg: la subida final adoquinada a Zocodover, decisiva y brutal.
- Antemberg: un muro de hormigón al 14%, corto pero letal.
- Cromléchberg: atravesando un círculo megalítico.
- Gitanemberg, Rianserberg, Molinenberg… Todos ellos con una historia, una trampa, un sello.
Pero esto no es solo una cuestión de dureza. También de diseño inteligente. La carrera cuenta con 30 a 35 giros de 90 grados, perfectos para que el viento —si aparece— haga su trabajo. Si los abanicos se abren, la selección puede empezar mucho antes del último sector.

Como detalle delicioso, en el kilómetro 75, los corredores encontrarán un “Kilómetro de Oro”, con tres sprints en apenas mil metros. Un guiño a las clásicas flamencas y una oportunidad para valientes cazadores de gloria intermedia.
Clasicómanos al poder
En un calendario dominado por vueltas por etapas, montaña y escaladores ligeros, esta prueba es un oasis para los corredores potentes, de cuerpo entero. Aquellos que no temen rodar a bloque entre pueblos y giros, que saben moverse en el viento, que pueden lanzar un ataque en un muro y resistir la agonía hasta meta.
Gerardo lo tiene claro:
“Esperamos rodadores, gente que sepa sufrir. Aquí no hay lugar para esconderse. Queremos una carrera impredecible.”
Entre los equipos confirmados están estructuras punteras del pelotón amateur español como Bicho Plataforma Central Iberum, ULEVEL Frutamine, High Level Gsport o Extremadura Pebetero, entre otros. Todos con corredores en gran forma, en medio de un verano cargado de competiciones.

La épica también se organiza
Todo esto, orquestado por un equipo de apenas seis personas, que coordina protección civil, moto-enlaces, comunicación, logística y seguridad. Un esfuerzo titánico con el único objetivo de ofrecer una carrera que emocione, desafíe y, sobre todo, inspire.
“Queremos que los chavales sientan que están compitiendo en una clásica de verdad. Y que el público se sienta parte de algo especial”, afirma Gerardo.
Zocodover como meta y símbolo
Pocas líneas de llegada pueden presumir de tanta belleza y simbolismo como la Plaza de Zocodover. No es Roubaix, no es Oudenaarde, pero tiene algo que las otras no tienen: el alma imperial de Toledo, sus piedras centenarias, su historia.
Cuando el reloj marque las 15:00 horas, y el primer corredor cruce esa línea adoquinada entre vítores, habrá algo más que un ganador. Habrá un nuevo nombre escrito en una historia que apenas comienza, pero que ya huele a leyenda.
Porque sí, Toledo ya tiene su clásica.
Este septiembre llega el II GP Ciclista Flandriens y no tiene nada que envidiarle a Flandes.
