El triunfo de Mathew Hayman en la París-Roubaix de 2016

10 de abril de 2016, en la localidad de Compiègne. Salida de la 114.ª edición de la París-Roubaix. Mathew Hayman, veterano ciclista australiano, afronta su decimoquinta participación en el Infierno del Norte.

Hayman, de complexión fuerte, con su metro noventa y ochenta kilos de peso, tiene la fisonomía perfecta de un clasicómano. Es en las clásicas de primavera cuando disfruta de mayor libertad de movimiento, ya que durante el resto del año no le queda otra que cumplir con sus funciones de gregario. En su época en el Rabobank fue uno de los lanzadores de Óscar Freire en las llegadas masivas. Ahora, en 2016, viste los colores del Orica-GreenEDGE.

Mathew Hayman durante la París- Roubaix de 2016. Foto: The Inner Ring

Mathew Hayman durante la París- Roubaix de 2016. Foto: The Inner Ring

Mathew Hayman, un gregario con cuatro triunfos como profesional

A pesar de su buena punta de velocidad, cuenta con solo cuatro victorias profesionales: la Challenge de Mallorca (2001), la Vuelta a Sajonia (2005), los Juegos de la Commonwealth (2006) y la París-Bourges (2011).

Hayman ha librado muchas batallas en la París-Roubaix. Desde quedar fuera de control en la edición de 2002 hasta lograr un muy meritorio octavo puesto en 2012. Llega a la salida de la edición de 2016 sin las mejores sensaciones, tras sufrir una fractura en el brazo derecho un mes atrás, en la clásica belga Omloop Het Nieuwsblad. El áspero y rugoso pavé de Roubaix no parece el terreno más indicado para su brazo convaleciente, pero Hayman quiere participar. Desoye las recomendaciones de descanso de su médico de equipo. Roubaix es su carrera favorita, y con casi 38 años no sabe si podrá regresar para la próxima edición.

En París-Roubaix, el infierno del norte, reina el caos.  Los pinchazos, las caídas o la climatología adversa son factores que condicionan una carrera en la que sobresalen los tramos de pavés y su icónica llegada al velódromo. Donde rostros y cuerpos ennegrecidos por el polvo, el barro y la lluvia alcanzan la línea de meta. Mathew  Hayman encontró su paraíso en el infierno del ciclismo.

Hayman fue uno de los componentes de la numerosa escapada del día. Una fuga que no tuvo mucho margen de tiempo, y es que, por detrás, controlaba el poderoso Etixx- Quick Step. Liderado por un Tom Boonen que buscaba su quinto triunfo en Roubaix.

 En el kilómetro 141 se produjo una caída que condicionó todo el desarrollo de la carrera. Algunos de los grandes favoritos del día como Cancellara, Sagan, Terpstra, Stybar o Kristoff se quedaron cortados. Una situación que aprovechó el Etixx, con un Tony Martin que puso un ritmo elevado que hizo inalcanzable que volvieran al grupo principal los afectados por la caída.

Matthew Hayman se convirtió en el único superviviente de la fuga del día. Desde atrás se le unió un grupo de gran calidad que sería el que se acabaría disputando el triunfo en Roubaix. Tom Boonen, Ian Stannard, Sep Vanmarcke y Boasson Hagen acompañaron al australiano el último tercio de la carrera. Fueron varios los intentos de romper el grupo de cabeza, pero todos fueron en vano.

Tom Boonen lidera la cabeza de carrera en un tramo de pavé de la París-Roubaix. Foto: The Inner Ring

Tom Boonen lidera la cabeza de carrera en un tramo de pavé de la París-Roubaix. Foto: The Inner Ring

A dos kilómetros del final Hayman lanzó un ataque al que solo le pudo seguir Boonen, aunque fueron neutralizados por el trío perseguidor en la última vuelta al velódromo. Tras casi seis horas de carrera todo se iba a jugar a un sprint a cinco.

Hayman Vs Boonen

Tom Boonen, campeón del mundo y con un excelso palmarés con más de 100 victorias como profesional, buscaba su quinto triunfo en Roubaix, lo que lo consagraría como el máximo ganador histórico de la prueba. Frente a él, Mathew Hayman, un forzado de la ruta en representación del ciclismo más modesto, con apenas cuatro victorias en su carrera y toda una vida dedicada a trabajar para el lucimiento de otros.

Pero en Roubaix, a diferencia de otras carreras, no siempre cuenta el favoritismo. La dureza de la prueba  lleva al límite al cuerpo de los ciclistas, y las fuerzas se igualan. Hayman lanzó un poderoso sprint en los últimos metros y levantó los brazos en el mítico velódromo por delante de Boonen y del británico Ian Stannard.  El rostro de Hayman irradiaba una incredulidad que no daba crédito a lo que acababa de lograr: una victoria en Roubaix. Un triunfo que justifica de por sí toda una carrera como profesional. Una gloria tardía que le llegó con casi  38 años, pero con el que inscribió su nombre en ese olimpo del ciclismo que es el velódromo de Roubaix.

Mathew Hayman, en el centro, secundado por Tom Boonen e Ian Stannard en el podium. Foto: The Inner Ring

Mathew Hayman, en el centro, secundado por Tom Boonen e Ian Stannard en el podium. Foto: The Inner Ring

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